En mi intento por encontrar un equilibrio entre manterner el ritmo del blog y las obligaciones de los exámenes, os ofrezco otra reflexión teórico-práctica. Como con la anterior, insisto en que responde más a una curiosidad personal que a un método riguroso, pero una vez más opino que os puede ofrecer una óptica nueva sobre algo que normalmente pudiera pasar desapercibido.
La entrada la voy a dividir en tres partes: legislativa-política, resultado del estudio y una hipótesis de cosecha propia.
Si miramos el artículo 1 de la Constitución podemos leer: "España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político". Consecuencia de dicho valor en favor del pluralismo y del artículo 20, entre otros, el Tribunal Constitucional decidió que la televisión privada no era anticonstitucional, pero tampoco existía obligación por parte del Estado de delegar el control de los medios de comunicación social (con la excepción de la prensa escrita, donde no se producen concesiones a gestiones indirectas sino una plena liberalización).
En el preámbulo, donde se justifica como en todas las leyes, de la Ley de la Televisión Privada (1988) se menciona en tres de sus cinco primeros párrafos la importancia de la pluralidad y el pluralismo. "La finalidad de la televisión como tal servicio público ha de ser la de satisfacer el interés de los ciudadanos y la de contribuir al pluralismo informativo, a la formación de una opinión pública libre y a la extensión de la cultura" o "El Gobierno, de acuerdo con su programa de ampliar al máximo el disfrute y la pluralidad de los medios de comunicación y la difusión de la información que a través de ellos se canaliza, ha adoptado la decisión de regular la gestión indirecta de la televisión"; por ejemplo.
Bien, ante esto yo me pregunté: ¿qué efecto ha tenido dicha ley en la pluralización y en el cobijo de ideas de naturaleza más residual? Una posible respuesta, parcial pues existen más formas de pluralismo aparte del político, puede encontrarse en el procentaje de votos (se obvia la materialización de éstos en escaños pues se estaría entrando en el campo del sistema electoral) que han acumulado los dos principales partidos de cada elección nacional desde la Transición.
Entre 1977 y 1989 (1979, 1982 y 1986, mediante), la acumilación de votos de las "élites" políticas fluctúa, primero crece tras un comienzo muy inestable con gran número de partidos y luego decrece, pero el resultado se mantiene dentro de un margen entre el 63,76% y el 74,47% (63,76; 65,24; 74,47; 70,03; 65,39; respectivamente).
A partir de 1993 (1996, 2000, 2004, 2008), período en el que podemos entender que la televisión pública se ha asentado y ha ido extendiéndose también la realidad del tercer canal o autonómico por todo el territorio, la tendencia es siempre alcista hacia el bipartidismo: 73,54; 76,42; 78,68; 80,3; 83,81.
Se debe añadir ciertas consideraciones. Primero, una cuestión estructural como la influencia de los medios no puede explicar una tendencia política al completo, de hecho en Portugal no ha sucedido así aunque esto de que en Portugal el voto se haya despolarizado también demuestra que el asentamiento democrático no tiene por qué tender al bipartidismo como a veces se sostiene; segundo, existen más medios de comunicación implicados en el proceso pero la televisión es de largo la que tiene un mayor índice de penetración (podemos situarlo en el 89%, datos del AIMC, duplicando a la prensa); tercero, es verdad que cada vez ha habido un menor número de partidos nacionales minoritarios con una organización lo suficientemente importante para ser considerados una opción pero eso precisamente debería ser un refuerzo para tener en cuenta a un tercer o cuarto partido como opción viable frente al voto útil (menos decisivo que si hubiera muchas opciones reales).
Una hipótesis personal, sin entrar en si es mejor o peor, más democrático o menos, un número mayor de canales o si la solución pasa por muchos canales pero mejor regulados, etc. Yo pensé, al ver los datos, que si sólo hay un canal éste puede, sin ningún tipo de problema, jerarquizar las ideas y darle cabida a la mayoría de opciones políticas siguiendo un orden lógico. Esto choca con la competencia por la tarta publicitaria, cuando se lucha por el anuncio y la audiencia lo principal es hablar de lo que interesa, lo que nos redirige a hablar de las tendencias políticas de la mayoría. De forma que la justificación de la proliferación de canales en pos de la pluralidad es una falacia pues sólo ha logrado que se sitúen en dos grandes bloques (y de los autonómicos mejor ni hablamos) cerrándose un lazo peligroso: hablaremos de fulanico cuando sea importante, pero fulanico no llega a ser importante porque no hablan de él. En mi opinión el fracaso en materia de pluralismo político por parte de los medios, especialmente la televisón, es rotundo.
Cabe en cualquier caso hacerse dos preguntas: ¿Cómo puede influir en esta dinámica la multiplicación de emisiones mediante la televisión digital terrestre, especialmente los canales temáticos informativos? ¿Logrará la actual crisis diversificar el mapa político del país en alguna medida o una vez más la realidad lo tiene imposible contra una actividad mediática extra complaciente? El tiempo nos lo dirá (vaya topicazo para terminar).
sábado, 13 de febrero de 2010
Experimenta2
sábado, 13 de febrero de 2010
Etiquetas:
crítica-análisis-opinión,
medios de comunicación,
política,
Televisión
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