domingo, 11 de abril de 2010

La Paradoja González Sinde y la Histeria Colectiva

domingo, 11 de abril de 2010
Temí durante un tiempo, no precisamente corto, haberme dejado arrastrar por la fiebre general de odio contra la SGAE y la ministra González Sinde. Somos una parte tan interesada de la disputa que, como consumidores, difícilmente podemos observar el problema desde la distancia. La comodidad y la multiplicación de posibilidades que año tras año nos ha ofrecido Internet son un privilegio al que desde el más tirano al más altruista se aferrarían. Incluso llegué a ver en las palabras de Eduardo Punset a la ministra cierto halo de interés personal, seguramente a causa de encontrarme proyectando mis propios pensamientos en dicha situación. Creo que todos intuimos, que por mucho que en la Edad Media no se cobrara por leer lo que uno había escrito (e, incluso, muchas obras ni se firmaran), trasladado a nuestros días parece insólito que el artista no obtenga remuneración por su trabajo.

Este largo período de dudas se extinguió con la noticia de que una lingüista había descubierto 34 nuevos poemas de Quevedo y que habían sido editados por Libros del Silencio con el título Poesía Inédita (14 euros por 165 páginas). ¿Por qué no existe un PDF en el portal del Ministerio de Cultura para que los ciudadanos accedan a dicho contenido gratuitamente? ¿Quién tiene los derechos de unos poemas escritos en el siglo XVII? ¿No se trata de un hallazgo para toda la cultura española que somos todos? Es contemplando este tipo de ejemplos donde salta a la vista el anquilosado funcionamiento de nuestros políticos con respecto al tema.

Quieren inutilizar esas páginas que nos permiten ver, sin largas esperas de descargas, las series y las películas que nos apetezcan pero no proponen modelos de negocio sobre dicha tecnología y ni siquiera se incentivan. Lo más grave es que tampoco la utiliza la propia Administración: en Murcia llevamos dos años con la Filmoteca Regional cerrada a cal y canto y con casi cuarenta salas de cine que ningunean sistemáticamente los estrenos de cine de autor o menos-comercial, pero no se ha habilitado una web para poder ver todas esas películas que la Filmoteca hubiera programado desde una página de Internet. ¿Por qué? ¿No interesa realmente el acceso a la cultura? Y cuando sí funcione la filmoteca, ¿es que sólo tienen derecho a poder verlas los habitantes de la capital, donde se ofrece (si hay suerte) su exhibición? ¿No puede la Filmoteca Española o la de cada comunidad autónoma proporcionar esa cultura por Internet? Al precio que se suelen cobrar las entradas, dudo que se persiga el beneficio, y el que la vea por la Red no tiene por qué pagar el mantenimiento de la sala.

Si el impedimento reside en el volumen de gente para quien estaría a mano el producto, entraríamos en el terreno del cinismo. El mismo cinismo que te permite ver la película o leer el libro que quieras gratis de la biblioteca de turno, pero que está en contra de digitalizar los contenidos y ofrecerlos por la Red. La paradoja es tan grande, se supone que una sociedad es mejor cuanto más bibliotecas, filmotecas, hemerotecas y ludotecas tenga, pero se detesta que todo el mundo pueda acceder a los objetos que les dan valor.

Y en esas estamos, intentando cambiar una situación, que todos sabemos a quien no conviene, prohibiendo, amenazando y secuestrando. Se han desterrado las ideas de progreso, de adaptación, de sinergia, de dinamismo, de maña, de innovación; aunque no duden en situar su postura atávica en el marco de una ley que proclama en su nombre: desarrollo y sostenibilidad. Uno sólo puede concluir que esta política se fundamenta en la ignorancia o el interés, desgraciadamente parece que es lo segundo y no como sinónimo de bondad para la Nación (como evidencié en el párrafo anterior) sino como sustitutivo de amiguismo con algunos artistas, el grueso de los mecenas, la mayoría de los explotadores y la totalidad de los neo-inquisidores. De tal suerte que al final en el otro lado (el de los anteriores, el de los que gobiernan y el de los que legislan) es donde más ceguera ha producido la irreflexión de la psicología común colectiva. Una muerte de la imaginación que evoca directamente a la calidad de los guiones de Ángeles González Sinde (excepción hecha de La Buena Estrella).

Para que no se diga que esto es un criticar sin proponer (aunque creo que algunas ideas he dejado caer), os remito a dos sitios web con su propia teoría sobre cómo concebir el material audiovisual libre en la Red: la expropiación y el código fuente.

Industrias Culturales en mi cuarto (1)

Industrias Culturales en mi cuarto (2)

Industrias Culturales en mi cuarto (3)

Industrias Culturales en mi cuarto (4)

5 comentarios:

Elena dijo...

Me gusta lo que dices

Anónimo dijo...

Enhorabuena, tus comentarios los veo muy acertados y tu habitación se ve "guapa"

Shynolina dijo...

Una crítica muy aguda y muy buenos los ejemplos de Quevedo y la Filmoteca de Murcia. Ojalá nuestros políticos te escuchasen.

Unknown dijo...

El otro día un amigo me decía que se podría cambiar un poco la visión desde el gobierno, una posibilidad además de la cuota obligatoria para un cierto cine ninguneado en este tipo de salas, podría ser proponer subvenciones en vez de para los creadores para el público, subvenciones para asistir a cualquier acto cultural, con ello al final el dinero también iría a parar a los creadores. Y también se incentiva que la gente vaya al cine o al teatro, etc.

Firma
María Teresa Fernández de la Vega- pero no es mi Ministerio, es sólo una sugerencia.

tormenta dijo...

Tus aportaciones son muy interesantes. A mí todo este lío de la cultura o no-cultura gratuita y de pago me suscita ciertas reflexiones.

Primero, Internet es imparable, la cultura de lo grauito se ha instalado en los internautas, que pueden acceder a casi cualquier contenido cliqueando y tecleando. Esto no va a sufrir ningún retroceso.

Tanto es así, que la mayor parte de los ciudadanos estamos a favor de la libre circulación de la cultura o con una opinión un tanto difusa (debido a la publicidad en contra de gobiernos, discográficas, "artistas", etcétera)porque vemos lo fácil y útil que es intercambiar datos e información cultural.

Y la siguiente reflexión es la siguiente: ¿por qué la mayor parte de los que se niegan a dar sus películas, libros o discos gratuitamente por Internet son precisamente los artistas del mainstream, del sistema cultura establecido, subvencionado, comercial? Muchos de los cantantes, escritores, directores de serie B, los underground, los que empiezan, etcétera, agredecen las descargas y se congratulan de ello. Es decir, saben que esa es la manera. Que no tiene nada de negativo. Que lo importante es que la gente los escuche o los lea, no hacer rico a nadie. Esa no es la misión de la cultura. No lo va a ser nunca.


Aunque intenten negarlo, al comprar un disco, compramos un soporte, un objeto, no el contenido. El contenido en pdf, jpg, mp3 o cualquier otro formato debe ser gratuito y libre porque no estamos sustrayendo un objeto, sino que estamos beneficiándonos de una plasmación artística de ideas, conceptos, historias...
Vamos a seguir compartiendo conocimiento y cultura entre nosotros, esto es imparable, por muchas leyes que hagan. Llegará la hora que se den cuenta de que no pueden derribar al enemigo y tendrán que unirse a él. Hay muchos artistas que ya se han dado cuenta.

Cambiarán de idea cuando se den cuenta de que no somos tontos.

 
◄Design by Pocket