domingo, 28 de marzo de 2010

Mera Palabrería (IV): Jugar y Formular

domingo, 28 de marzo de 2010
Hace cosa de un siglo que el ser humano sabe que el tiempo no existe. En realidad esta afirmación se sustenta en la demostración de la física cuántica de que el espacio-tiempo es curvo o tiene la capacidad de curvarse o vaya usted a saber qué de cosas. En principio, nada tiene que ver con esa sensación instintiva de que el tiempo se alarga o mengua, esto, como sensación, es una percepción cerebral que también es aplicable a la distancia o el calor. Sin embargo, aun sin entender que el grueso de la sociedad lo entienda muy bien, el lenguaje es permeable a todo y ayer se repitió hasta la saciedad la famosa frase: "A las dos serán las tres".

Se trata de una afirmación pasmosa. No es un: "Adelanten las manillas de su reloj una hora a las dos", ni un: "Ajusten esta madrugada el horario al de verano", no. Se sintetiza en un: "A las dos serán las tres". A distinto de B, pero A igual a B, ergo A y B no existen; "el tiempo no existe".


El lenguaje está repleto de juegos lógicos (entiéndase lógico por analizable según la lógica matemática y lingüística, que es lo mismo). No sólo para convencer al otro; el sentido del humor, la capacidad de impresionar o la invitación a la reflexión encuentran en estos juegos unos férreos aliados tanto en el plano consciente como en el shock que supone para el inconsciente semejante baile del orden neuronal. Igualmente por su importancia en el orden y en su papel de recurso expresivo, las fórmulas lógicas se vienen estudiando por los lingüistas y los filólogos. Una figura sin par en la aplicación de este campo (tanto en las letras como en las ciencias) fue Lewis Carroll cuyas obras extrapolan el mero cuento gracias a la profusión de alteraciones y reorganizaciones del sentido de lo que se dice a partir de la variación de los elementos. Un lingüista lo llamará estructuralismo precoz y un científico, aplicación de los estudios sobre lógica binaria y matemática.

-Pero ¿se puede saber qué es lo que encontró?- preguntó el Pato.
-Encontró '
lo'- respondió irritado el Ratón-, ¿o es que acaso no sabe usted lo que significa 'lo'?
-¡Pues claro que sé lo que significa 'lo'! ¡Pero he de ser
yo el que 'lo' encuentre! Y 'lo' que yo encuentro suele ser una rana o algún gusano. Pero aquí se trata de averiguar 'lo' que encontró ese arzobispo...
El Ratón no hizo caso de la observación del Pato y prosiguió su relato.
-...'
lo' encontró oportuno.
(
Alicia en el País de las Maravillas, capítulo III, Lewis Carroll: f1(x) distinto de f2(x))

-¡Vete a otra con ese cuento! -dijo la Paloma-. En mis buenos tiempos, he visto montones de niñas, ¡pero
ninguna con un cuello como el tuyo! ¡Nada! ¡Eres una culebra y de nada te servirá negarlo! ¡Igual me sales ahora con que nunca en tu vida te has comido un huevo!
-Claro que
he comido huevos, pero es que las niñas comen tantos huevos como las serpientes, ¿no lo sabía usted?
-No creo una palabra de lo que dices, pero aunque así fuera, eso las convertiría en una especie de serpientes.
(
Alicia en el País de la Maravillas, capítulo V, L. Carroll: si a hace x, b hace x y a es distinto de b, a debe pertenecer a un conjunto mayor b o viceversa)

-¿Cómo podría usted probarme que está loco?
-Empecemos por admitir -le dijo el Gato- que los perros no están locos.
-Admitido.
-Los perros gruñen cuando se enfadan y mueven la cola cuando están contentos ¿no es así? ¡Pues yo gruño cuando estoy contento y muevo la cola cuando me enfado! ¡Prueba evidente de que estoy loco!
(
Alicia en el País de la Maravillas, capítulo VI, L. Carroll: a conductas antagónicas, cualidades antagónicas; relacionado con el concepto de 'negado' en el álgebra de Boole)

Alicia se quedó totalmente desconcertada. El comentario del Sombrerero parecía no tener ningún sentido, aunque se expresara correctamente.
(
Alicia en el País de la Maravilla, capítulo VII, L. Carroll: diferencia entre gramática-estructura coherente y sentido-significado coherente)
La obra de Carroll está llena de este tipo de fórmulas y razonamientos sólo he extractado algunos de los más claros. El propio Carroll ya tuvo sus dudas sobre el sentido que le atribuíamos a la magnitud 'tiempo', volviendo a mi reflexión del principio. En el libro recopilatorio Matemática Demente, se puede leer su reflexión Un Problema Hemisférico:

La mitad del planeta está siempre bañada en luz solar: a medida que el mundo gira, este hemisferio de luz muda de lugar, y pasa por cada fracción de la tierra.
Supongamos que un martes, en Londres ha comenzado el día; a la hora siguiente será martes por la mañana en el oeste de Inglaterra; si el mundo entero fuera tierra, podríamos recorrerlo a pie siguiendo la pista del martes por la mañana por todo el mundo, hasta que a las veinticuatro horas después del martes por la mañana sería, en Londres al llegar, jueves por la mañana. ¿Dónde, entonces, en este recorrido por toda la tierra, el día cambia de nombre? ¿Dónde pierde su identidad?
En la práctica no hay dificultad, porque gran parte del viaje sería por mar, y de lo que allí ocurre nadie puede dar cuenta; y hay tantos lenguajes diferentes que resultaría desesperante la tentativa de rastrear el nombre de cada día. Pero considerando que todo fuera tierra y toda con un mismo lenguaje, en ese caso, no se distinguiría un día de otro, y tampoco habría semanas ni meses, etc., de modo que podríamos decir: "La batalla de Waterloo tuvo lugar hoy, hace dos millones de horas" o, por el contrario, habría que marcar una línea de demarcación en la que tuviera lugar el cambio, de modo que los habitantes de un lado se despertaran por la mañana diciendo: "Ahhhjum, ¡martes por la mañana!" y los habitantes de la casa vecina, a pocos kilómetros al oeste, se despertarían a los poco minutos diciendo también: "Ahhhjum", pero añadiendo: "¡miércoles por la mañana!".
No sería justo terminar la entrada sin comentar las tres lecturas que me la inspiraron. En primer lugar habría que hablar sobre el debate dentro de los teóricos de la comunicación, con la representación mediática de algún artículo de Vicente Verdú en El País, sobre las implicaciones de la vuelta a la oralidad con las nuevas comunicaciones después de siglos marcados por el papel cardinal de la escritura. Opino que la distinción entre las dos formas no implicará un crecimiento o disminución de las aplicaciones lógicas del lenguaje (si es que puede haber lenguaje sin ellas, cosa que dudo), pero sí cabe esperar un impulso de las estructuras en bucle (promotoras de la redundancia, lo expresivo y lo tácito), frente a las condicionales de la escritura (clave para seguir una hoja de ruta clara en el razonamiento, con un lenguaje más económico y de estética plenamente planificada).

Luego está la definición que dio Alfred Hitchcock de lo que era el MacGuffin (recurso narrativo para mantener el interés del espectador y la tensión del hilo argumental) en una entrevista con Truffaut. Dicha explicación me trajo el recuerdo de los libros de Carroll:

La palabra procede del Music-hall. Van dos hombres en un tren y uno de ellos le dice al otro "¿Qué es ese paquete que hay en el maletero que tiene sobre su cabeza?". El otro contesta: "Ah, eso es un McGuffin". El primero insiste: "¿Qué es un McGuffin?", y su compañero de viaje le responde "Un MacGuffin es un aparato para cazar leones en los Adirondacks". "Pero si en los Adirondacks no hay leones", le espeta el primer hombre. "Entonces eso de ahí no es un MacGuffin", le responde el otro.
Y, por último, también estaba el recuerdo del poema de Borges, El Golem. La mejor síntesis que jamás se ha escrito (que yo sepa) del oficio de ser hacedor de textos con ese matiz de científico enfrascado en fórmulas y en la que caben poetas, novelistas, periodistas y matemáticos.

0 comentarios:

 
◄Design by Pocket